ISSN: 1130-2887 - eISSN: 2340-4396
DOI: https://doi.org/10.14201/alh.27058

El discurso antiimperialista en las Fuerzas Populares de Liberación «Farabundo Martí» (1970-1980)

The Anti-Imperialist Discourse in the Popular Forces of Liberation «Farabundo Martí» (1970-1980)

Julieta Grassetti jgrassetti@sociales.uba.ar 1

1 Universidad de Buenos Aires

Envío: 2021-07-27

Aceptado: 2022-01-14

Publicación: 2022-04-29

RESUMEN: Este trabajo se propone reconstruir el ideario antiimperialista que construyeron y revitalizaron las Fuerzas Populares de Liberación «Farabundo Martí», organización político-militar salvadoreña, entre 1970 y 1980. Desde una mirada de la sociología histórica se busca analizar la visión que tenía esta organización acerca de las élites de poder en El Salvador y sus vínculos con los intereses norteamericanos. Este análisis permite reconstruir cómo esta organización entendía la realidad salvadoreña y su planteo estratégico, ideológico y táctico.

Palabras clave: El Salvador; FPL; discurso antiimperialista; sociología histórica; burguesía criolla

ABSTRACT: The aim of this article is to reconstruct the anti-imperialist ideation that the Popular Liberation Forces «Farabundo Martí», a Salvadoran political-military organization, built and revitalized between 1970 and 1980. It seeks to analyse this organization’s vision about the power elites in El Salvador and their ties to North American interests from a historical sociological perspective. This analysis allows us to reconstruct how this organization understood Salvadoran reality and its strategic, ideological and tactical approach.

Keywords: El Salvador; FPL; anti-imperialist ideation; historical sociology; Creole bourgeoisie

I. INTRODUCCIÓN

El presente artículo se propone reconstruir el discurso antiimperialista de las Fuerzas Populares de Liberación «Farabundo Martí» (FPL) desde su conformación en 1970[1] hasta el momento en el que se incorporaron al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) en 1980. El análisis se centra principalmente en la concepción que tenía esta organización acerca de las élites en el poder y sus vínculos con los intereses norteamericanos.

Las distintas caracterizaciones que realizaron las organizaciones acerca de la realidad política y el régimen que enfrentaban condicionaron sus lecturas acerca de cuál debía ser la estrategia de lucha, cuál era el enemigo a enfrentar y qué posibilidades había de establecer alianzas con otros sectores sociales como la mediana burguesía y el Ejército.

El análisis del ideario antiimperialista y sus transformaciones permite reconstruir cómo esta organización entendía la realidad salvadoreña y, con base en eso, diseñaba o desplegaba su planteo estratégico, ideológico y táctico. De esta manera, se busca aportar a los estudios acerca de esta organización y, al mismo tiempo, interpretar en qué radicaban sus diferencias con otras organizaciones político-militares salvadoreñas que perduraron más allá de la conformación de la coordinación unificada en el FMLN.

Si bien el ideario antiimperialista fue un aglutinador de las fuerzas revolucionarias latinoamericanas en general, interesa analizar particularmente cómo lo reconstituyó y revitalizó esta organización salvadoreña. Como se sostendrá en este artículo, las FPL entendían que El Salvador atravesaba un estadio de neocoloniaje, es decir, una nueva relación de dependencia que se derivaba del desarrollo que tuvo la ruptura de lazos con España en 1821. Esta lectura se alinea con la concepción de Segunda Independencia propia de la Nueva Izquierda latinoamericana. En este sentido, el enemigo inmediato sería la burguesía criolla, que había sido el sector privilegiado producto de un proceso emancipatorio inconcluso. La revolución supondría la verdadera y definitiva independencia no solo del país, sino de Centroamérica toda, esta vez, del imperio norteamericano.

Desde una perspectiva de la sociología histórica de tiempo presente, reflexionar sobre la independencia y la liberación nacional es profundamente actual. Este año se cumplen doscientos años de la Independencia en El Salvador y reconstruir el ideario en torno al antiimperialismo en esta organización político-militar nos invita a reflexionar críticamente sobre las transformaciones y vigencias de estas frustradas o incompletas emancipaciones de los pueblos latinoamericanos.

El corpus analizado incluyó comunicados, documentos y periódicos de las FPL disponibles en el Centro de Información, Documentación y Apoyo a la Investigación (CIDAI) y en el Centro de Documentación de los Movimientos Armados (CEDEMA). También se consultaron textos escritos por exintegrantes de las FPL, entrevistas y testimonios de militantes realizados por otros investigadores y bibliografía sobre las organizaciones salvadoreñas.

Para el análisis se rastrearon a lo largo de las publicaciones y documentos algunos conceptos que se consideran constitutivos del discurso antiimperialista de esta organización. Por lo tanto, en el período analizado (1970-1980) se identificaron la idea en torno al neocolonialismo; los conceptos de burguesía/oligarquía interna y/o burguesía/oligarquía criolla; la estrategia de centroamericanización de la lucha (hasta 1979); el carácter de dependencia política, militar, económica y social, y, consecuentemente, la necesidad de una segunda independencia.

La metodología que guio este trabajo fue la del análisis del discurso. Se buscó evidenciar que todo texto escrito es un discurso y que, por ello, adquiere particularidades atravesadas por las condiciones históricas de su contexto de elaboración. Siguiendo lo planteado por Sánchez (2020), este trabajo se centró en un enfoque comunicacional y cultural que consideró la historia de los comunicados, proclamas y publicaciones; al mismo tiempo que la historia política, económica y social en la que se produjeron, entendiendo que el discurso se encuentra inserto en una relación intrínseca y compleja con la trama sociocultural en la que se produjo (Ford, 2005).

Como recupera Cortina Orero (2012), Tejerina sostiene que los movimientos sociales cuestionan discursos mantenidos desde el poder buscando generar significados y discursos alternativos. Por lo tanto, las FPL en su discurso debatían y analizaban la realidad configurando un discurso propio sobre la situación social, sobre los responsables y las posibles salidas de ese escenario.

II. Las Fuerzas Populares de Liberación «Farabundo Martí» y la estrategia de la Guerra Popular Prolongada

El 1 de abril de 1970 se organizaron las Fuerzas Populares de Liberación «Farabundo Martí»[2]. Al igual que el resto de las organizaciones, las FPL se inspiraron en otras experiencias emancipatorias de América Latina, como la guerrilla uruguaya MLN-Tupamaros, los escritos de Marighella y la guerrilla urbana en Guatemala liderada por las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). A partir de estas lecturas, sostuvieron que la guerrilla podía desarrollarse en una ciudad como la de San Salvador a pesar de su tamaño y geografía. En esa época, se consideraba que El Salvador era un país pequeño, con pocos habitantes y que, debido a la inexistencia de montañas como en Guatemala, de selvas como en Brasil y que las ciudades no eran tan grandes como las de Argentina y Uruguay, no había condiciones para el desarrollo de la lucha armada. Frente a esta afirmación, respondieron con la célebre frase de Marcial: «Nuestras montañas son las masas».

Las FPL se alejaron tanto de la estrategia de la guerrilla foquista como de la postura reformista del Partido Comunista Salvadoreñño (PCS). Se guiaron, en cambio, por la estrategia de Guerra Popular Prolongada (GPP) que retomaron de la experiencia de Giap en Vietnam. La organización consideraba que la revolución no podía avanzar por la vía pacífica y democrática debido a que la tiranía militar fascistoide había cercenado la posibilidad de estas aspiraciones al pueblo. La correlación de fuerzas entre «el pueblo y los explotadores» estaba a favor de los segundos ya que tenían el poder militar, el poder político, económico y los medios masivos de comunicación para difundir su ideología.

La caracterización del régimen como una dictadura militar fascistoide que hicieron las FPL fue diferente a las de las otras organizaciones político-militares[3]. Por lo tanto, la estrategia político-militar que se proponían para derrocar al régimen también sería distinta[4].

En este sentido, Alvarenga (2016) recupera el debate sobre las elecciones de 1977 en el que el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) critica el posicionamiento de las «corrientes antifascistoides» de las FPL y a su movimiento de masas agrupado en el Bloque Popular Revolucionario (BPR). La concepción del ERP sobre el rol del movimiento de masas era opuesta a la de las FPL. Estas últimas, considerando la tiranía militar fascistoide, apostaban a la organización paulatina de amplios contingentes de masas para lograr un apoyo al ejército guerrillero y prepararse para una lucha de larga duración. El movimiento de masas sería la escuela de los futuros cuadros del partido y del ejército popular. En cambio, para el ERP, la salida viable era organizar en el menor plazo posible a las masas y lanzar una insurrección que terminara con el régimen militar.

Las FPL analizaban el contexto histórico regional entendiendo que existía una guerra popular centroamericana que comenzaba luego del triunfo de la Revolución cubana en 1959 que «dio un gran impulso al pensamiento y práctica revolucionaria, a la mística de los revolucionarios más avanzados en Centroamérica y completó el pensamiento estratégico, político-militar, favoreciendo el desarrollo de la lucha contra el dogmatismo teoricista» (FPL, 1982). Las experiencias de lucha armada en Nicaragua y en Guatemala vendrían a completar este cuadro. La estrategia de guerra popular prolongada centró al pueblo como sujeto revolucionario enfatizando en fortalecer la alianza-obrero campesina para llevar a cabo el proceso revolucionario.

La guerra era el método adecuado debido a que se enfrentaban a una dictadura militar que había obturado todos los espacios legales y político-electorales de participación. En los primeros años promovieron una estrategia político-militar cuyo eje principal era la lucha armada. Lo popular suponía la participación de todo el pueblo y no la organización de un foco guerrillero como estrategia de organización. Y «prolongada» implicaba la lectura que hacían respecto a la desigual correlación de fuerzas en la que se encontraban frente a las fuerzas del orden.

La Estrategia Prolongada la determina la actual correlación de fuerzas entre el pueblo y los explotadores. En este momento la correlación está temporalmente a favor de los ricos, ellos tienen el poder económico, político, militar y los medios masivos de comunicación para difundir su ideología. Consideramos que esta correlación no puede ser cambiada a breve plazo, sino que implica un proceso largo y prolongado del pueblo para volcarla a su favor y así avanzar hasta la victoria. (FPL, 1975, p. 5)

En las elecciones presidenciales del 20 de febrero de 1972 triunfó la alianza electoral conocida como Unión Nacional Opositora (UNO), que presentó a José Napoleón Duarte y a Guillermo Manuel Ungo. El resultado fue desconocido por el régimen militar que, a través del fraude, arrojó como ganador al Partido de Conciliación Nacional (PCN) representado por Arturo Armando Molina (1972-1977). Como respuesta al fraude la UNO convocó a sus partidarios a la plaza Libertad en San Salvador donde se movilizaron y llamaron a una huelga general. El fraude de 1972 generó un profundo malestar en el interior del propio Ejército, lo que llevó a la insurrección de un importante grupo de oficiales jóvenes dirigidos por el coronel Benjamín Mejía. Estas protestas fueron fuertemente reprimidas y, a través de un golpe de Estado, los militares se aseguraron de que se respetara el triunfo de Molina. A partir de ese momento, aumentaron los métodos autoritarios decretando el estado de sitio y persiguiendo a los opositores y manifestantes. Como afirma Gordon, «el fraude en estas elecciones dejó claros los límites que el régimen establecía a la participación política de las agrupaciones opositoras» (1989, p. 137).

Si bien se originaron en 1970, las FPL hicieron su aparición como organización político-militar en 1972[5]. Este año, luego del fraude electoral «se dan a conocer por su nombre en agosto de 1972 con la toma de la embajada de Argentina, en un gesto por la masacre de Trelew» (Harnecker, 1983, p. 4). Esta no fue la primera acción de las FPL, pero sí la primera en la que se proclamó su nombre. Además de la colocación de bombas en la embajada de Argentina, el 28 de agosto se colocaron otras en IBM y Coca Cola en señal de rechazo a la intervención de Estados Unidos en Vietnam, el bloqueo a Cuba y la injerencia en los asuntos internos del país. Con estas acciones se dieron a conocer públicamente como nueva organización político-militar: las Fuerzas Populares de Liberación «Farabundo Martí» llamando a enfrentar a la dictadura militar con la consigna ¡Revolución o muerte! ¡El pueblo armado vencerá!

Desde sus orígenes, esta organización político-militar se identificó con la necesidad de combinar la lucha reivindicativa y política con estrategias militares. En un principio se organizaron en comandos urbanos que actuaban de manera clandestina. Luego del fraude electoral de febrero de 1972 y la ocupación militar de la Universidad Nacional en julio de ese año, la organización se expandió a través de redes del movimiento estudiantil universitario.

Hacia 1975, las FPL «habían conseguido tomar el control de una buena parte de la infraestructura organizativa del movimiento popular» (Martín Álvarez, 2014, p. 26). Su vínculo con distintas organizaciones populares se consolidó en la creación del Bloque Popular Revolucionario (BPR)[6]. Por lo tanto, en esta etapa que abarca desde 1975 a 1980, la organización amplió su estrategia al movimiento popular estableciendo conexiones con comunidades eclesiales de base, campesinos organizados, maestros y estudiantes.

III. Farabundo Martí: antiimperialismo y disputa de sentido con el PCS

Los estudiantes universitarios que se incorporaron los primeros años fueron los que sugirieron que la organización incorporara el nombre de Farabundo Martí en reivindicación de quien había dirigido la insurrección campesina junto con Feliciano Ama en el año 1932 y que, además, fue estudiante universitario y fundador de AGEUS.

Las FPL se consideraban continuadoras de la lucha revolucionaria de Farabundo Martí, que había iniciado en 1932 y había quedado truncada por su asesinato y el comienzo de la dictadura autocrática del general Hernández Martínez (1932-1944). Por lo tanto, reivindicaron, retomaron y revitalizaron su figura como el primer revolucionario que logró vincular los sectores populares y llevar adelante una lucha obrero-campesina en el siglo XX.

Al mismo tiempo, es necesario señalar que en gran parte de sus publicaciones destacaban el profundo carácter antiimperialista de su lucha, sus concepciones centroamericanistas e internacionalistas.

Agustín Farabundo Martí no concebía la lucha revolucionaria de nuestro pueblo con un estrecho criterio chovinista, sino que, en toda su amplitud centroamericana y latinoamericana, yendo en la práctica a pelear en las montañas de Nicaragua. Farabundo imprimió al movimiento de masas en El Salvador, un profundo carácter antiimperialista y luchó con las armas en la mano por expulsar a los marinos yanquis de Nicaragua. (FPL, 1978b, mayo)

Desde ese momento y, por lo menos, hasta 1979 gran parte de sus argumentaciones y publicaciones se concentraron en criticar la postura reformista del PCS por sus «líneas desviadas e inconsecuentes, que tuercen el camino hacia el pacifismo y hacia el aventurerismo de derecha del electorerismo burgués y pequeño burgués» (FPL, 1978a, p. 9). En su disputa contra el PCS es que las FPL se proclamaban como el «verdadero Partido Comunista» que encabezaría el proceso revolucionario y la construcción del socialismo en El Salvador. De ahí que también se reivindicaran como la organización continuadora de las luchas de Farabundo Martí y nominaran a una de sus publicaciones Estrella Roja[7], como algunos de los tantos elementos que dan cuenta de esta afirmación.

En las Bases Estatuarias (FPL, 1978b) incluyeron entre sus análisis la pregunta acerca de por qué las FPL habían adoptado ese nombre. Según este documento la figura de Agustín Farabundo Martí inspiraba a los combatientes revolucionarios ya que retomaba la tradición de lucha armada de su pueblo que por momentos se había desviado a causa de oportunistas y falsos comunistas que habían tratado de interrumpir esta lucha convirtiéndose en instrumentos de la burguesía para pacificar la rebeldía de las masas. Además, sostenían que los rasgos revolucionarios de Farabundo Martí coincidían con los del movimiento revolucionario de esa época.

IV. ¿Oligarquía, burguesía interna o burguesía criolla?

El enemigo de la clase obrera para esta organización era la burguesía. Pero esta asumía una característica particular en América Latina que se acentuaba en Centroamérica: estaba estructuralmente condicionada al dominio que la burguesía imperialista ejercía sobre el país y la zona, especialmente el imperialismo yanqui, que había pasado a ser el enemigo fundamental de todo el pueblo y que era el sostenedor de las clases explotadoras internas.

El enemigo fundamental de la clase obrera es la burguesía poseedora de los medios fundamentales de producción […] pero la burguesía interna está estructuralmente acondicionada al dominio que la burguesía imperialista ejerce sobre el país y la zona, especialmente el imperialismo yanqui, que ha pasado a ser el enemigo fundamental de todo el pueblo y que es el sostenedor principal de las clases explotadoras internas. (FPL, 1973, p. 9)

El imperialismo yanqui, entonces, era el enemigo principal mientras que la «oligarquía burgués-terrateniente (terratenientes, gran burguesía comercial y bancaria y la gran burguesía industrial)» y los gobiernos «pro-imperialistas y pro-oligárquicos» pasaban a ser los enemigos inmediatos (FPL, 1973, 1974, 1978b, 1978a, 1978c).

Guiados por la ciencia del marxismo-leninismo, por la ideología revolucionaria del proletariado, y enmarcados en bases orgánicas leninistas, las FPL marchan al encuentro de sus deberes históricos: convertirse en la vanguardia revolucionaria, conducir a nuestro pueblo en la dura y prolongada guerra revolucionaria hasta derrotar para siempre al imperialismo y su aliada la burguesía criolla; y establecer un Gobierno Popular Revolucionario, basado en la Alianza Popular Revolucionaria, que tiene como fundamento básico la alianza obrero-campesina y como fuerza hegemónica el proletariado; y que es el pórtico histórico que nos abrirá la ruta hacia la construcción del Socialismo y de la sociedad Comunista. (FPL, 1978b)

Las FPL desde un principio se reivindicaron como una organización marxista-leninista y bajo esa lectura describían a la sociedad salvadoreña como capitalista dependiente dominada por una burguesía criolla aliada al imperialismo. Como afirma Martín Álvarez, «aquella no era una burguesía nacional porque no tenía capacidad para lanzar un proyecto nacional independientemente de la burguesía imperialista» (2004, p. 181).

La lucha revolucionaria era necesariamente antiimperialista porque la burguesía criolla era aliada del imperialismo. A diferencia de los casos nacionales en América del Sur, el enemigo no era la burguesía nacional, sino la burguesía criolla.

Nosotros conceptualizábamos que nuestra lucha debía ser necesariamente antiimperialista porque la burguesía criolla era aliada del imperialismo. No se podía comprender a la burguesía criolla desligada de su alianza con el imperialismo norteamericano. Nosotros considerábamos que «nuestra» dictadura militar tenía un carácter fascistoide, pues si bien aplicaba algunos métodos fascistas, dada la situación histórica del país no era un clásico gobierno o bloque en el poder de carácter fascista. Era más bien un capitalismo dependiente neocolonial con una dictadura militar a su servicio. Kohan, 2005) [Entrevista a la comandante «Rebeca»]

Con base en esta caracterización histórica de la burguesía, las FPL planteaban como objetivos de la revolución popular hacia el socialismo el carácter antiimperialista y anticapitalista de la lucha. Esto suponía poner fin a la dependencia política, militar, económica y social del país respecto del imperialismo yanqui; liquidar definitivamente el poder político, económico y social de la oligarquía burguesa terrateniente aliada al imperialismo, y liquidar la explotación capitalista en general, entre otros (FPL, 1978b).

En su texto Hermanos de armas en conflicto. Lenguaje político y disputa dentro de la guerrilla salvadoreña en torno a la salida negociada a la guerra, 1980-1984, Mauricio Menjívar Ochoa (2017) realiza un análisis sobre los conceptos oligarquía y burguesía presentes en un documento titulado Sobre oligarquía, burguesía y sus sectores y fracciones y los espacios de alianzas o convergencias con fecha de 1983 (FPL, 2017). A pesar de no tener certezas de la autoría individual de este documento, resulta de suma importancia destacar tanto el original como la lectura que hizo Menjívar Ochoa.

La elección de los conceptos burguesía u oligarquía[8] se enmarca en la discusión sobre el carácter de la sociedad salvadoreña. La lectura que hacía el PCS, en línea con los partidos comunistas latinoamericanos, era que había primado una estructura feudal y se alineaban con la tesis de la revolución por etapas mientras que, para las FPL habían predominado las relaciones capitalistas y, por lo tanto, estaban dadas las condiciones para el triunfo revolucionario. La posición de los dependentistas llegó a El Salvador y, por consiguiente, a los militantes de las FPL, producto de la llegada a la Universidad de El Salvador (UES) de los sociólogos argentinos Jacobo Waiselfisz y Daniel Slutzky, exiliados de la dictadura, entre 1967 y 1970 aproximadamente[9] (Martín Álvarez, 2012).

Todo esto, sustentado en la tesis errónea de que nuestros países eran semifeudales y que existía una burguesía nacional que «todavía» podía jugar un papel revolucionario en la implantación de regímenes democrático burgueses que permitieran desarrollar aceleradamente el capitalismo sobre la base de una burguesía nacional y con él, a la clase obrera, como etapa previa para iniciar la lucha revolucionaria hacia el socialismo. (FPL, 1976b, p. 6)

En el documento original[10] figura un apartado denominado «Oligarquía, connotaciones de la categoría» en donde se señalan:

La teoría y la práctica revolucionaria mostraron, en su interpretación de la realidad, que las relaciones capitalistas de producción eran dominantes hacía mucho tiempo y que el grado de internalización del capital en el marco del imperialismo ya no correspondía a sus posiciones. (FPL, 2017, p. 234)

En el mismo documento advierten sobre el uso generalizado del término oligarquía en el plano político e ideológico. En este mismo sentido afirmaban:

La categoría oligarquía de aplicación norteamericana tiene una connotación precisa: designa la alianza que se dio al interior de los Estados el estado Oligárquico entre finales del siglo pasado y la segunda o tercera década del presente, de terratenientes tipo «junker», la Iglesia y el imperialismo inglés. Los terratenientes fueron el eje de tal alianza, fueron designados como oligarcas. (FPL, 2017, p. 233)

En su análisis, Ochoa nos advierte que, si bien el documento habla de las limitaciones del uso del término oligarquía para entender el verdadero desarrollo de la burguesía, se recomienda su uso con fines ideológicos y no de interpretación.

Por una parte, en su debate con el PCS, las FPL abogaron por una noción analítica del término en la que se negaba la existencia de un grupo social que pueda identificarse como tal. Por otra parte, en la lucha contra la que ha identificado como «burguesía», no solo aceptaron, sino que promovieron el uso del término «oligarquía» debido a sus réditos políticos en el ámbito político e internacional. (Menjívar Ochoa, 2017, p. 217)

Por lo tanto, los términos oligarquía y burguesía estuvieron presentes en los distintos documentos y publicaciones de manera indistinta. «El término, en consecuencia, es de utilidad en la lucha, especialmente en el campo internacional, pero a condición de que su contenido esté claro y que sea éste el que guíe nuestros análisis» (FPL, 2017, p. 235). Consecuentemente, algo que tienen en común estos dos términos es el aspecto criollo que le atribuía la organización.

Por último, cabe destacar que el análisis de estos conceptos nos permite atender, al mismo tiempo, las implicancias que tenían para establecer una posible estrategia de alianzas o acuerdos con otras fuerzas y/o actores políticos[11]. Las FPL sostenían que:

Entre las clases revolucionarias no podemos incluir a la burguesía: ni siquiera a la parte de la burguesía que se ha dado en llamar «progresista» o «nacional»; pues es tan grande la penetración neo-colonial del imperialismo yanqui y su fusión con las clases dominantes, que los distintos sectores de la burguesía están penetrados e influenciados decididamente por el imperialismo. A ninguno de los sectores de la burguesía podemos considerar como «aliado» de la Revolución, o por lo menos, como aliado de las fuerzas revolucionarias. (FPL, 1974)

La clase obrera debía ser la dirección de la lucha de todas las clases explotadas, incluyendo al campesinado, a los trabajadores urbanos y jornaleros agrícolas y a los sectores medios. Esta alianza de clases no podía incluir a la burguesía. Esta línea estratégica fue transformándose y generando distintas lecturas hacia el interior de las FPL. Estas tensiones se agravaron y evidenciaron con mayor fuerza luego de 1980 cuando se unificaron las organizaciones político-militares bajo la coordinación del FMLN.

En los años siguientes, producto del acercamiento con el PCS y, principalmente, en 1983 luego de la crisis al interior de la organización y la muerte de Cayetano Carpio, comenzó a permear la posibilidad de una apertura política y un eventual proceso de negociación con distintas fuerzas políticas ajenas al movimiento revolucionario.

Desde la sociología histórica se puede rastrear en estos discursos la visión que tenía esta organización acerca de las élites de poder en El Salvador y sus vínculos con los intereses norteamericanos. En este sentido, las FPL distinguían dentro de la burguesía criolla un sector oligarca y otro que no lo era:

Nuestra burguesía criolla se encuentra a su vez dividida en un sector oligarca y otro no oligarca. El sector oligarca es el dominante dentro de la burguesía, que se caracteriza por ser a su vez burgués terrateniente, y como burgueses, los miembros de este sector, participan en todas las ramas de la economía (agricultura, industria, comercio, banca y finanzas); y el sector no oligarca es aquel que no participa simultáneamente en todas las ramas de la economía. Ambos sectores son aliados incondicionales de la burguesía imperialista y dependen de ésta para su sobrevivencia. (FPL, 1976b, p. 23)

En este período sostienen que la revolución sería encabezada por los obreros y los campesinos pobres, pero que en la primera etapa era necesaria una Alianza Popular Revolucionaria bajo la hegemonía del proletariado que incluiría a «masas pequeño burguesas de pequeños y medianos productores y capas medias» que, a pesar de que estuvieran vinculadas con la propiedad privada, también eran explotadas por el gran capital y el imperialismo (FPL, 1976b).

Era necesario evitar que estas fuerzas pasaran a la reserva de la oligarquía burgués-terrateniente aliada con el imperialismo y se volvieran enemigas. Para eso, tendrían que lograr que fueran impulsoras de la revolución popular debido a que consideraban que «la historia de las revoluciones hacia el socialismo» de ese siglo había demostrado que eran capaces de ser aliadas de la clase obrera y de «elevar su conciencia política hasta la comprensión de la necesidad histórica del tránsito a la colectivización socialista».

V. Segunda independencia: neocoloniaje y centroamericanización de la lucha

Por último, para poder caracterizar correctamente el discurso antiimperialista de las FPL es necesario atender al concepto de neocolonia y la importancia de centroamericanizar la lucha revolucionaria que se encuentran estrechamente vinculados con la concepción de burguesía criolla y del discurso de la segunda independencia propio de la nueva izquierda latinoamericana[12].

La narrativa acerca de la segunda independencia fue distintiva de los partidos socialistas y comunistas de la primera mitad del siglo XX y fue retomada y revalorizada a mediados del siglo XX. Los países que hoy se conocen como Nicaragua, El Salvador, Costa Rica, Guatemala y Honduras integraron hasta 1821 una unidad política y económica denominada Capitanía General de Guatemala, que formaba parte de la Corona española en el continente americano[13]. En Centroamérica, estas provincias que devendrían repúblicas se independizaron de España en un solo bloque.

La concepción de neocoloniaje y la consideración de la burguesía criolla como enemigo inmediato se encuentran atravesadas por este pasaje de las luchas por la independencia del siglo XIX a la confrontación contra el Imperio del Norte. Como se sostendrá en este artículo, para las FPL el advenimiento de las repúblicas no supuso una transformación radical, sino un cambio de dependencia del gobierno español al norteamericano. La burguesía salvadoreña, cómplice del imperialismo y dueña del poder político, no defendía la soberanía nacional.

Por lo tanto, esta segunda independencia o emancipación (Dussel, 1994) no podría ser orientada por los sectores privilegiados producto del proceso independentista, la burguesía criolla, sino que serían la «clase obrera, el campesinado, pobladores de tugurios, pequeños comerciantes, empleados, estudiantes, maestros y otros sectores que demuestran disposición a luchar por la Revolución Popular hacia el Socialismo y acepten la ideología proletaria en la teoría y en la práctica revolucionaria» (FPL, 1978b).

Las FPL no harían mención a la idea de una Segunda Independencia, pero sí sostendrían que las tareas históricas fundamentales que tenía la revolución eran «poner fin definitivamente a la dependencia (política-militar-económica-social) del país respecto del imperialismo yanqui» y «liquidar definitivamente el Poder político, económico, social de la oligarquía burgués terrateniente aliada al imperialismo» (FPL, 1976a, p. 4).

La caracterización del proceso de independencia de El Salvador y su situación de neocolonia está extensamente descripto y trabajado en Materiales Básicos, en un documento titulado Algunos aspectos de la guerra popular de liberación en El Salvador y en La centroamericanización de la lucha: necesidad de los pueblos (FPL, 1979).

En el primer documento las FPL sostienen que Centroamérica, sin incluir Panamá, que fue parte de Colombia, formaba hasta 1821 una sola unidad colonial cuando se independizó de España y fue despedazada «transformándose en cinco mini-estados, sucesores de las antiguas provincias coloniales» (FPL, 1974). Las fronteras antinaturales y las divisiones políticas de estas repúblicas habían favorecido la división de estos pueblos. Sin embargo, consideraban que compartían elementos en común.

En este pequeño territorio, cinco pueblos (que en conjunto tienen unos 14.500.000 habitantes) que históricamente tienen el mismo origen, la misma lengua, etc., pasan por el mismo angustioso atraso económico, de miseria, dependencia económica, de una misma potencia rapaz, y por las mismas necesidades y urgencias de liberarse definitivamente, y de emprender el cambio del desarrollo independiente, del progreso social y de plena libertad política de sus habitantes. La redención de sus grandes masas profundamente oprimidas y esclavizadas, despojadas de la tierra, de la educación, de medicina, de vivienda humana, de medios de existencia digna de una necesidad común impostergable. (FPL, 1974)

Estas cinco repúblicas que se conformaron no fueron producto de los intereses del pueblo que «no ganaba nada con esas divisiones», sino que fueron producto de los intereses de las clases dominantes, «que dentro de sus intereses estrechos locales trataron de separar políticamente, para poder explotar mejor dentro de sus respectivos feudos» (FPL, 1982).

En este mismo sentido, las FPL sostenían que Centroamérica se encontraba bajo los «tentáculos del pulpo imperialista». Del pacto entre los intereses generales del imperialismo y de las burguesías de cada miniestado, se acentuaba la penetración económica del imperialismo yanqui en toda la región convirtiéndola en «un complejo económico neo-colonial, y realizando la mezcla del capital de la burguesía, de cada una de estas parcelas de capital monopolista yanqui, lo que ha convertido a las burguesías locales en simples instrumentos del capital norteamericano» (FPL, 1974, p. 17).

La penetración económica, militar y política de Estados Unidos la ubicaban desde finales del siglo XX hasta su actualidad. En Materiales Básicos ubican la política del «gran garrote» o Big Stick y el desembarco de sus marines y la ocupación prolongada de territorios creando ejércitos nacionales como en el caso de Nicaragua y Panamá, el despojo de territorios por parte de los monopolios como en el caso de la United Fruit Company en Guatemala, el saqueo y las concesiones como un avance de Estados Unidos sobre la soberanía e independencia de estos pueblos.

Estos pobres países atrasados y uncidos al yugo del poderoso imperio norteamericano se convierten prácticamente en semi-colonias de los EE. UU. ostentando los signos exteriores de una independencia política y autogestión administrativa más aparente que real; mientras que en lo económico eran considerados en el mundo como simples «repúblicas bananeras» o sea como pequeños apéndices de grandes compañías yanquis. Y en lo militar y político (como su «traspatio») los imperialistas permiten que, en vez de gobernantes mandados de la metrópoli, ostenten la denominación de «presidente» sus títeres incondicionales abyectos y sanguinarios (FPL, 1974, p. 23).

Luego de la Segunda Guerra Mundial, en América Latina, Asia y África habían tenido lugar una serie de victorias de los movimientos de liberación de los pueblos. Dentro de estos procesos destacaba el triunfo de la Revolución cubana como el inicio de una nueva época en la cual el imperialismo debía abandonar su política de «penetración colonial» para poner en ejecución una «política neocolonial».

La expansión y penetración de la dominación neocolonial a nivel regional había llevado a lo que las FPL consideraban «la formación del complejo neo-colonial centroamericano del imperialismo yanqui». El imperialismo había centroamericanizado su penetración con métodos neocoloniales y, por lo tanto, era necesaria la centroamericanización de la lucha revolucionaria de los pueblos centroamericanos para garantizar la liberación del dominio imperialista sobre ellos y el triunfo definitivo de la revolución en cada uno de esos cinco «miniestados». Las relaciones de las FPL con el Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP) de Guatemala y la tendencia de guerra popular prolongada del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) de Nicaragua eran parte del proceso de centroamericanización de la lucha revolucionaria. En varias ocasiones aparecen mencionadas estas organizaciones en los periódicos y documentos.

Dentro del desarrollo e impulso de la estrategia de Guerra Popular Prolongada, ha jugado un papel muy importante el proceso creciente de centroamericanización de la lucha revolucionaria y, dentro de ella, las organizaciones político-militares: Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP), de Guatemala; las Fuerzas Populares de Liberación FPL «Farabundo Martí», de El Salvador y el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), de Nicaragua. (FPL, 1979).

La liberación nacional sería la liberación del dominio económico, político, social y cultural ejercido por los Estados Unidos sobre Centroamérica, en general, y El Salvador en particular. La centroamericanización de la lucha revolucionaria se convirtió, así, en un rasgo particular de la reivindicación de las FPL que sería compartido con la organización Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC).

En un artículo titulado «La estrategia revolucionaria hacia Centroamérica» (FPL, 1977) establecían la línea estratégica de unificación gradual de la lucha revolucionaria centroamericana. Esta consideraba: la creación de una organización revolucionaria político-militar que organizara las masas populares e impulsara el proceso revolucionario en el país y Centroamérica; la proyección de unificación de las luchas revolucionarias a nivel centroamericano hasta la formación de organismos comunes (partido, ejército revolucionario y movimiento de masas) que fueran decisivos para la liberación de los pueblos centroamericanos y la construcción del socialismo, y el establecimiento de relaciones estrechas entre las organizaciones revolucionarias de Centroamérica. Las relaciones a nivel de organizaciones revolucionarias deberían evolucionar desde el intercambio y mutua ayuda, la coordinación en la acción revolucionaria hasta la proyección de una progresiva unificación estratégica operativa, orgánica, ideológica y política (FPL, 1977).

Luego del triunfo de la Revolución nicaragüense en 1979, sin abandonar la idea de un posible proceso revolucionario en toda Centroamérica, esta organización se fue alejando del planteo de centroamericanización de la lucha revolucionaria. En algunos de sus documentos afirmaban que la revolución centroamericana era un proceso único e indivisible, pero que eso no implicaba que se liberaran todos los pueblos al mismo tiempo, sino que había que considerar las distintas condiciones que fueron creadas en el siglo XX y que generaron «diferencias inclusive en la estructura de clases sociales de cada uno de estos países y diferencias en las coyunturas de crisis políticas, que se establecen en uno u otro país» (FPL, 1982). En los números de El Rebelde de 1980 ya no se habla de centroamericanización de la lucha, sino que firman: ¡Viva la lucha de los pueblos centroamericanos dirigida por sus vanguardias revolucionarias! Y ¡Por una Centroamérica liberada!

Para combatir el capitalismo dependiente bajo la forma de neocolonialismo que atravesaba El Salvador, según la caracterización de las FPL, no alcanzaban las reformas introducidas por la burguesía que, además, se llevaban a cabo en el marco de la guerra de contrainsurgencia, sino una revolución que acabara con el imperialismo y con el Estado burgués.

En este sentido, la burguesía criolla y los sectores dominantes eran el resultado de un proceso de independencia incompleto, por lo tanto, la clase trabajadora y «el resto del pueblo oprimido no pueden derrotar a la burguesía criolla (oligarca o no), si no derrotan al imperialismo, ni al imperialismo si no derrotan a la burguesía criolla que le sirve de vehículo para su dominación» (FPL, 1976b, p. 26). Es decir, que debido a la situación de país capitalista dependiente y neocolonial, la revolución llevaba implícito su carácter antiimperialista.

VI. Conclusiones

Este artículo se ha propuesto reconstruir los principales elementos que formaron parte del discurso en torno al antiimperialismo en las FPL entre 1970 y 1980. El análisis que hacía esta organización acerca de la situación que atravesaba el país, su condición de dependencia y la dominación del imperialismo norteamericano condicionaron la concepción acerca de las élites en el poder y los posibles vínculos y/o alianzas.

Del análisis de las publicaciones, documentos y fuentes secundarias utilizadas para reconstruir esta narrativa se destaca que el discurso sobre el antiimperialismo de las FPL tiene fundamentos comunes que atravesaban al marxismo en los años sesenta y setenta. Uno de estos es la discusión acerca de si América Latina era feudal o capitalista y, consecuentemente, se debía realizar una revolución por etapas o ya estaban dadas las condiciones objetivas para la lucha. Otro elemento en común es el concepto de segunda independencia que, a pesar de no estar presente como tal en los materiales de la organización, es una idea implícita en la reconstrucción de la independencia de España y el proceso emancipador incompleto que llevó a una nueva dependencia en la forma de neocoloniaje.

Las FPL se insertan en estas discusiones de la izquierda y adoptan algunos elementos de estos discursos, pero le aportan una mirada local que considera una mirada histórica de procesos económicos, sociales y políticos que hacen diferente al país. Así, la forma en que la organización caracterizaba y analizaba la situación que atravesaba El Salvador le imprimió particularidades al discurso antiimperialista de la organización. Asimismo, reconstruir este discurso permite diferenciar el ideario de las FPL de las otras cuatro organizaciones político-militares salvadoreñas que conformaron el FMLN que, si bien coincidieron en que el imperio norteamericano era el enemigo, hicieron otra lectura del contexto y descripción de la sociedad salvadoreña.

La figura de Farabundo Martí, al igual que lo fue la de Sandino en Nicaragua, les permitió a las FPL trazar un elemento de continuidad o larga duración a la manera braudeliana entre las luchas por la emancipación de los pueblos en el pasado y de ese presente. De esta forma, la presencia y el control del imperialismo yanqui en la región se constituyó como un elemento aglutinador de luchas tanto en los años treinta como en los setenta. La reivindicación de esta figura, inserta en la disputa de sentido con el PCS, se conecta con la posibilidad de continuar aquellas luchas interrumpidas para liberar toda Centroamérica. En 1980, las cinco organizaciones que se unificaron en el FMLN heredaron el nombre «Farabundo Martí» presente en las FPL.

A lo largo de este artículo se recuperó la descripción que hacía la organización acerca de la «penetración neocolonial del imperialismo yanqui» que atravesaba los planos políticos, económicos, sociales y culturales. Este estadio de neocoloniaje suponía el abandono de la relación de dependencia de España por uno nuevo, y distinto, por los Estados Unidos.

Esta lectura es clave para entender otro concepto central trabajado en este artículo que es el de burguesía criolla. La burguesía salvadoreña era cómplice del imperialismo y dueña del poder político sin discutir la soberanía nacional. La revolución, por lo tanto, no podría ser encabezada por la burguesía ya que la «penetración neocolonial del imperialismo yanqui» y su «fusión» con las clases dominantes imposibilitaban que esta llevara a cabo un proceso revolucionario.

La burguesía criolla era consecuencia directa de un proceso de emancipación incompleta y se sostenía a través del neocolonialismo, por ende, la revolución no podría lograr la liberación del pueblo salvadoreño sin derrotar tanto al imperialismo como a la burguesía criolla que servía como representación de su dominación. Para lograr la completa liberación del dominio imperialista, a su vez, era necesario centroamericanizar la lucha.

En esta misma clave, otro elemento que se desprende de este análisis es la imposibilidad de establecer, por lo menos en el período analizado, cualquier alianza o vínculo con la burguesía ya que la penetración del imperialismo yanqui había generado una fusión con estos sectores que imposibilitaba considerarlos aliados de la revolución. La burguesía criolla propiciaba y profundizaba la situación de dependencia y atraso del país, era la garante local de la continuidad y expansión de la dominación imperialista.

De cara a la fecha de los doscientos años de la independencia de El Salvador de los lazos con España, este trabajo abre el camino a pensar qué elementos que estuvieron presentes en el ideario antiimperialista de las FPL persisten en la actualidad en la sociedad salvadoreña en general y en el partido FMLN, en particular. El análisis de estos discursos de los setenta, desde la sociología histórica de tiempo presente, nos permite identificar conceptos y narrativas que siguen teniendo mucha actualidad en América Latina. Las relaciones con Estados Unidos fueron transformándose y variando en este tiempo y, sin embargo, sigue ejerciendo una dominación política, económica y cultural especialmente en los países centroamericanos a los que sigue considerando su patio trasero.

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[1] Se ubica la periodización desde el año en el que se conformó la organización a pesar de que los primeros documentos analizados para este artículo comienzan en el año 1972.

[2] Ver más acerca de los orígenes de las FPL en Martín Álvarez (2014) y Cortina Orero (2017).

[3] La RN consideraría al régimen como «fascista», el PRTC como «dictadura de nuevo tipo», el ERP como «escalada fascista» (Alvarenga, 2016).

[4] El PCS proponía un frente amplio antifascista que incluía a los sectores socialdemócratas y democratacristianos, la Resistencia Nacional (RN) proponía la guerra popular prolongada, y el ERP una insurrección a corto plazo. El PRTC sostendrá el carácter centroamericanista de la lucha.

[5] La represión a los manifestantes que protestaron contra el fraude ocasionó ese mismo día más de 300 víctimas entre heridos y muertos. Al mismo tiempo, el 19 de julio de 1972 la dictadura intervino la Universidad Nacional, que permaneció cerrada hasta septiembre de 1973. Esta situación, sumada a la experiencia de luchas gremiales reivindicativas pasadas, aceleró el proceso de radicalización de estudiantes y profesores.

[6] El BPR estaba conformado por organizaciones campesinas como FECCAS, UTC; organizaciones de maestros como Asociación Nacional de Educadores 21 de junio (ANDES); organizaciones de estudiantes universitarios UR-19 y secundarios como Movimiento Revolucionario de Secundaria (MERS); la Unión de Pobladores de Tugurios (UPT).

[7] Las FPL por esos años (1972 y 1973) comenzaron a publicar dos periódicos: El Rebelde y luego Estrella Roja. El primero tenía un carácter más agitativo y estaba orientado a las bases, mientras que el segundo tenía un carácter político-ideológico y estaba dirigido a los cuadros de la organización. El nombre Estrella Roja se retomó del primer periódico del sector universitario del PCS en los años 30, que fue dirigido por Farabundo Martí, Alfonso Luna y Mario Zapata (Alvarenga, 2013).

[8] La discusión en torno al concepto de oligarquía o burguesía destacó en América Latina en un debate que atravesó al marxismo superando límites nacionales y continentales. La pregunta era sobre el carácter feudal o capitalista de la Hispanoamérica colonial. Esta cuestión se tornaba clave para dilucidar cuál sería la línea estratégica a seguir. El primero en argumentar fue el historiador argentino Sergio Bagú, desde México en 1949. Una década y media después el debate alcanzó su punto más álgido a través de la polémica entre el argentino Rodolfo Puiggrós y el alemán André Gunder Frank, uno de los más reconocidos críticos del modelo de desarrollo y de la posibilidad de los países subdesarrollados para alcanzarlo. Ambos se convirtieron en los referentes del debate tras los cuales se encolumnaron pensadores marxistas desde variadas latitudes.

[9] Esta no fue la única fuente a través de la cual llegaron estas teorías, pero sí una de gran importancia. En su artículo, Martín Álvarez señala que los dos argentinos exiliados llegaron invitados por el rector de la universidad, Fabio Castillo Figueroa, militante comunista y futuro miembro fundador del grupo guerrillero Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC).

[10] Se consideró este documento a pesar que está fuera del período de análisis de este artículo (1970-1980) por entender que el desarrollo y consideración acerca de los conceptos oligarquía y burguesía permiten reconstruir de forma más cabal la concepción de esta organización.

[11] Esta discusión fue clave para entender las disputas entre posicionamientos al interior de las FPL acerca de la posibilidad de establecer alianzas para una salida negociada del conflicto armado. En 1983 detonó con el asesinato de Mélida Anaya Montes, o comandante «Ana María», y el posterior suicidio de Carpio. Las trasformaciones de esta concepción y el período exceden lo abordado por este artículo. Ver más en Menjívar Ochoa (2017) y Martín Álvarez (2004).

[12] Los tupamaros, por citar un ejemplo, se planteaban retomar la lucha patriótica de Artigas y sus gauchos «tupac-amaros». La Primera Independencia había quedado trunca por lo que el MLN-T debía levantar las banderas artiguistas para luchar por la segunda, verdadera y definitiva independencia, no sólo de su país, sino de América Latina toda derrotando al imperialismo a escala continental. citado en Nercesian (2013).

[13] Junto con el estado mexicano de Chiapas, Belice y las actuales provincias panameñas de Chiriquí y Bocas del Toro.